Kraft y Cadbury, Vencedores y Botín
Excluyendo sorpresas de último minuto, Kraft, la segunda mayor compañía alimentaria del mundo, absorberá a la empresa de origen británico, Cadbury. Apenas un mes después de desdeñar a Kraft por considerarlo un conglomerado “desconcentrado” y declarar que “no existe mérito estratégico, operativo de gestión o financiero en la combinación con Kraft”, el Presidente de Cadbury, Roger Carr, anunció que el precio era adecuado. Encomió a Kraft por su compromiso con “nuestra tradición, valores y personas en todo el mundo “…y reconoció que es inevitable la reducción de puestos de trabajo.
En las finanzas, no siempre el más rápido es quien se queda con el botín. Bajo una creciente presión para que cumpliera con las “expectativas” de los inversores, Kraft eliminó más de 19.000 puestos de trabajo en el período 2004-2008 y acumuló una enorme deuda para financiar la recompra de acciones. Hasta el año pasado, cuando el impulso disminuyó debido a la resaca financiera producto de la adquisición del negocio europeo de galletitas de Danone, los dividendos fueron aumentado en forma anual y hasta trimestralmente, mientras la empresa se esforzaba por cumplir con sus objetivos en materia de ingresos mediante progresivas rondas de reducción de costos.
Cadbury se movió con mayor lentitud, para adaptarse a la presión por “valor accionario”, acelerando solamente con el programa 2008 “Vision into Action” que aunaba mayores dividendos con planes para eliminar 15% de la fuerza laboral mundial. Al haber comenzado más tarde, la situación contable de Cadbury estaba en mejores condiciones cuando Kraft y los negociantes comenzaron a rondar a la empresa. Por lo tanto, en diciembre del 2009, cuando la carrera por el precio de adquisición continuó intensificándose, Cadbury anunció que pagaría aún más a los accionistas recortando las inversiones y aumentando los márgenes.
La Unite del RU, que luchó para mantener a Cadbury independiente y advirtió que una adquisición muy apalancada, estimularía inevitablemente la liquidación de activos y la pérdida de puestos de trabajo, ahora debe confrontar la carga de una deuda aún mayor: más de 7.000 millones de libras del RU en préstamo, provenientes del precio de compra de 11.900 millones de libras (USD 19.400 millones). Esa carga recaerá no sólo sobre Cadbury, sino también sobre los trabajadores y trabajadoras de todas las operaciones mundiales de Kraft, quienes tendrán que construir una defensa global.
La dirección superior de Cadbury puede gozar de su suerte, los asesores financieros de ambos extremos del negocio se embolsarán millones y los fondos de riesgo que se cargaron con acciones de Cadbury (y quienes ahora poseen alrededor del 30% del paquete accionario de Cadbury) en el fragor de la guerra por la absorción de la compañía, pueden convertir sus fichas en efectivo y decidir realizar una venta rápida de Kraft.
Es fácil, aunque en definitiva sin sentido, acusar de traición a personas como Roger Carr. Posee un largo historial en presidir la desintegración de compañías. Negocios son negocios y los directivos empresariales tienen la “obligación fiduciaria” de realizar los negocios en beneficio de los accionistas. Mas es extremadamente relevante cuestionar el significado de la palabra “inversión” en un mundo donde los “bancos inversores” no tienen parte alguna en el extremo receptor de los negocios, donde los “inversores” compran y venden acciones con una perspectiva que se ha comprimido de años a días y aun minutos y, donde los fondos de pensión, actuando ostensiblemente en beneficio a largo plazo de los intereses de los empleados, son cada vez más difíciles de distinguir de los negociantes motivados únicamente en incrementar el capital que está siendo administrado. Parece que el único grupo que invierte a largo plazo en el futuro de sus lugares de trabajo son los trabajadores que construyen los negocios. El negocio Cadbury demuestra exactamente cuan pocas cartas tienen en la mano – y lo que debe cambiar.